sábado, 26 de diciembre de 2009

FERNANDO LUGO, EL OBISPADO DEL ESCÁNDALO


El nuevo escándalo que envuelve al obispo Fernando Lugo, al conocerse que ordenò contratar a una de sus novias por orden superior en un ente público, y que tiene una hija con una ex legisladora, nos hace pensar lo que escribía esta analista meses atrás: nadie esperaba un estadista, pero por lo menos se le creía un hombre decente.
Ver nota:

http://participacion.abc.es/eltalondeamerica/post/2009/04/21/los-hijos-fernando-lugo


Al ex obispo Fernando Lugo le crecen los enanos. Al paso que lleva, con una media de dos hijos por semana, si mantiene la racha va a terminar en el libro Guinnes.

Bromas aparte, el asunto no tiene ninguna gracia. El actual jefe de un Estado, corrupto hasta la médula, acaba de terminar con las esperanzas de un pueblo que confió en él y creyó en sus sermones de honestidad.

Lugo, a la vista de los hechos, cometió un buen puñado de pecados y está por ver si también delitos. A la primera mujer conocida a la que embarazó, Viviana Carrillo, la madre de Guillermo, la sedujo cuando ésta tenía 16 años. A la segunda, Benigna Leguizamón, a la que no ha desmentido, a los 17.

En ambos casos se trata de personas humildes. Una le atendía en las tareas domésticas y la otra le pidió ayuda acuciada por su pobreza y abandono. Lugo se aprovechó de su condición de Obispo con ambas y cuando nacieron los niños hizo como Pilatos...

La Iglesia paraguaya sabía de las andanzas de su pastor y calló. Así lo ha declarado Monseñor Rogelio Livieres Plano, obispo de Ciudad del Este y crítico implacable de Lugo. “Es una cosa conocida ya desde hace años”, declaró ayer el prelado quien, para más inri, añadió que varias mujeres presentaron sus denuncias de paternidad ante el Nuncio Apostólico, Antonio Lucibello, aunque, posteriormente, por razones fácilmente imaginables, las retiraron.

La figura de Fernando Armindo Lugo, un hombre afable, con el don de la palabra que otorga el púlpito, estaba siendo venerada en Paraguay, un país que sabe más de lo moralmente permitido, de miserias, engaños y pobreza. Nadie esperaba a un estadista pero, al menos, confiaban en un hombre decente. Ahora, no saben ni quién es ni cuántos hijos tiene el señor.

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